Foto real de libanesas 1915 |
Líbano
recordó este año la hambruna que hace un siglo diezmó a un tercio de su
población, propiciada por el doble bloqueo de la Primera Guerra Mundial
y una plaga de langostas. Entre 150 000 y 300 000 personas murieron
desnutridas entre 1915 y 1918, según diversas estimaciones. Los
supervivientes ya han fallecido, pero los archivos desempolvados
recientemente permiten redescubrir el drama de hombres, mujeres y niños
que murieron en las cunetas o se vieron obligados a alimentarse a base
de cortezas de árboles. “Fue la peor catástrofe de la historia de
Líbano. Ni siquiera la guerra civil entre 1975 y 1990 ha sido,
proporcionalmente, de tal magnitud”, ha afirmado el historiador Youssef
Mouawad. Afectó a Monte Líbano, que era entonces un territorio autónomo
de 450.000 habitantes bajo dominación otomana y embrión de lo que se
convertiría en 1920 en el actual Líbano.
La hambruna ha sido la causa
indirecta del agrandamiento de Líbano, con regiones agrícolas como la
Bekaa (este) para garantizar la viabilidad de la joven república. 'Tengo
hambre, tengo hambre' Con motivo del centenario de la tragedia, el
historiador Christian Taoutel y el padre Pierre Wittouck publicaron un
libro que revela testimonios inéditos de jesuitas. La gente “caía al
suelo, vomitando sangre”, los cuerpos de niños acababan sobre pilas de
basura, cuenta un testigo.
En su diario, un padre superior cuenta haber
visto en 1917 cómo las ratas roían cuerpos y casos de antropofagia, como
el de un hombre que mató a sus hijos de 8 y 10 años para alimentarse.
“La gran reformista turca Halidé Edip decía que no se atrevía a dormir
en Beirut porque escuchaba toda la noche a la gente gritar 'tengo
hambre'”. Cuenta Mouawad.
Pero la situación empeoró cuando “los Aliados impusieron un
bloqueo” en el Mediterráneo para cortar el suministro a los otomanos. Y
más tarde, con el bloqueo terrestre decretado por Djemal Pacha, miembro
del triunvirato militar del imperio otomano, que asfixió al Monte
Líbano, poblado sobre todo por cristianos maronitas protegidos por
Francia. En 1915, “el año de la langosta” , estos insectos “lo devoraron
todo”, explica Khalife, profesor de la universidad libanesa. Los
otomanos en guerra “confiscaron además” animales y cosechas, recuerda
Mouawad. Según él, este episodio doloroso se borró de la memoria
colectiva por la vergüenza y la culpabilidad.
“Morir de hambre no es
heroico, al contrario de morir defendiendo la aldea o en las
trincheras”, explica. Algunas familias libanesas se enriquecieron
vendiendo alimentos almacenados, afirma Mouawad. Y “hubo mujeres que
vendieron su cuerpo por un bocado de pan y hombres que vendieron su
terreno por una naranja”. Los historiadores se oponen a utilizar el
término de “genocidio” , porque “no se estableció” que hubiera habido
intención “de liquidar a la población”, según Mouawad. Oficialmente la
tragedia cayó en el olvido porque, al haber afectado a más cristianos
que musulmanes, no unía a la joven república. Ocupa dos párrafos en los
libros escolares y no se han previsto conmemoraciones.
Fuente Diario El Comercio.
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