Por: Fernando Saldivia Najul
La lista es más larga, pero no cabe en el título del artículo. No cabe
porque el desprecio de la oligarquía criolla es muy grande, tan grande
como el mismo poder que acumularon. Después de la Independencia siempre
intentaron «blanquear» a Venezuela. Habíamos heredado del régimen
colonial una población descendiente de esclavizados Negros, y por
consiguiente, la oligarquía tenía que «inyectar al país una formidable
cantidad de sangre nueva», como decía Arturo Uslar Pietri en su ensayo
«Venezuela necesita inmigración».
Pero esta sangre nueva no era cualquier sangre. No amigos lectores. Se
trataba más bien de una sangre azul, algo así como la sangre de los
europeos, una sangre que fuera capaz de limpiar la sangre de nuestra
población. Es por ello que la República Oligárquica siempre fomentó la
inmigración de personas de origen europeo, y llegaron incluso a
promulgar leyes de inmigración donde se permitía ingresar al país
únicamente a inmigrantes de raza blanca europea. También se redactaron
criterios, normas e instructivos para la selección. En las normas
internas del Instituto Técnico de Inmigración y Colonización creado en
1938, y en el cual Uslar Pietri fue director, se llegó a hablar
taxativamente de seleccionar a personas de «raza aria», y no semita, en
la cual se excluían, entre otros, a los libaneses, sirios, palestinos e
israelitas. De modo que las populosas colonias europeas en nuestro
territorio no son casualidad. Eso tiene su historia desgraciada, que
aquí les relato con algunas perlitas, cuyos contenidos les advierto que
son muy fuertes, no aptos para opositores pela bolas que sienten una
admiración y respeto especial por la oligarquía:
La Ley de Inmigración del 26 de agosto de 1894 prohibía la entrada al
país de personas de las Antillas. Así lo especifica en su artículo 3:
«No se contratarán ni aceptarán como inmigrados los individuos de las
Antillas». Con esta ley se prohibía la entrada de inmigrantes de países
con una población grande de Negros y sus descendientes.
La Ley de Inmigración y Colonización del 8 de julio de 1912 prohibía la
entrada al país de personas que no fueran de raza europea. Así lo
especifica en su artículo 9, numeral 1: «No serán aceptados como
inmigrantes ni tendrán derecho a los beneficios concedidos por la
presente Ley, los individuos que no sean de raza europea».
La Ley de Inmigración y Colonización del 22 de julio de 1936 prohibía la
entrada al país de personas que no fuesen de raza blanca. Continúa la
discriminación. En su artículo 5, numeral 1, lo especifica: «No serán
aceptados como inmigrantes las personas que no sean de raza blanca».
Para ese entonces ya Hitler hablaba de la supremacía de una raza sobre
las demás, y no cabe duda que esta ideología nazi reforzó el racismo
colonial de la oligarquía criolla que lo aprendió de sus antecesores
españoles.
El Reglamento del Instituto Técnico de Inmigración y Colonización,
Decreto de 30 de septiembre de 1938, habla del mejoramiento étnico de la
población del país. En su artículo 1, aparte (a), señala que incumbirá
principalmente al Instituto, entre otras cosas, «prestar su cooperación
al Ejecutivo Federal en cuanto a propender al mejoramiento étnico de la
población del país, por medio de la inmigración seleccionada». Arturo
Uslar Pietri, el intelectual favorito de los opositores, estuvo a cargo
de este instituto por un tiempo, y conocía muy bien cuáles
nacionalidades eran bienvenidas y cuáles indeseables, porque él junto
con Alberto Adriani fueron unos de los intelectuales de la derecha
encargados de difundir el racismo de la oligarquía criolla.
La Memoria del año 1941 del Instituto Técnico de Inmigración y
Colonización, cuando su director era Roberto Picón Lares, explica que el
Instituto realizó un laborioso trabajo de discriminación y que «cuando
partió para Europa el nuevo Comisionado de Inmigración, le fueron dadas
instrucciones muy terminantes y categóricas en cuanto a la selección de
los aspirantes a inmigrar. Estas instrucciones enumeran taxativamente
las condiciones que deben de llenar los aspirantes», y la principal de
estas condiciones es que los aspirantes «sean de raza blanca, aria o
caucásica, es decir, no semitas». (págs. 56 y 57)
Muy pocas personas en Venezuela saben esto. De hecho, muchos de los
indeseables todavía defienden a la oligarquía y están en contra de la
Revolución.
A pesar de que esta Ley racista violaba tratados internacionales,
siempre se instruía a los funcionarios diplomáticos y consulares a que
las observaran, y si había algún reclamo, bueno, ya veremos.
Había funcionarios que no tenían muy claro cuan rigurosos debían ser en
la observancia de la Ley. Tal es el caso del vicecónsul de Venezuela en
Curazao, Nerio A. Valerino, quien el 25 de abril de 1939 envía una carta
a Esteban Gil Borges, Ministro de Relaciones Exteriores, y le comunica
que «frecuentemente se presentan algunas dificultades de apreciación
cuando llegan individuos que, no teniendo las características
sobresalientes de la raza negra, por ejemplo, o sea pelo, labios, forma
del cráneo, etc., sino el color de la piel, es cuestión básica en
aquellos casos en que esta no sea negra ni muy oscura, sino simplemente
el color llamado comúnmente trigueño».[1]
Por otra parte, en la Circular 3056 del Ministerio de Relaciones
Exteriores se informó a los funcionarios diplomáticos y a los consulares
nacionales la conveniencia que, según el criterio del Departamento de
Relaciones Interiores, existe de «no otorgar despacho para viajar a
Venezuela sin previa autorización de dicho Departamento, a los
extranjeros cuyo origen sea de las siguientes nacionalidades: rumana,
polaca, siria, libanesa, checoeslovaca, palestina, húngara, armenia,
persa, letona, rusa, búlgara, griega, egipcia, estonia, turca, marroquí
y, en general, a africanos y asiáticos».[2]
El caso de los israelitas expulsados por razones políticas, aunque son
personas de raza no aria, se consideraba desde otros puntos de vista.
Arturo Uslar Pietri lo explica en una carta enviada al Ministro de
Relaciones Interiores cuando se refiere al «problema de la admisión de
judíos en Venezuela». Entre otras cosas dice que las «personas de raza
judía o no arias» son los que se designan como «refugiados» y, «la
admisión de estos extranjeros, pura y simplemente o como inmigrantes,
debe considerarse desde el punto de vista de los sentimientos
humanitarios y del interés económico de Venezuela». Y () «parece justo
razonable por ello, adoptar una política justa, que en ningún caso
podría ser ni la admisión ilimitada, ni la total exclusión», exceptuando
de dicha limitación principalmente a «aquellos que vengan con capitales
propios para invertirlos en agricultura o industria». [3] En la carta
se anexa la lista de las nacionalidades bienvenidas y la lista de las
indeseables.
Y para cerrar esta breve historia de los intereses de la oligarquía
venezolana, les copio parte de una carta fechada el 23 de diciembre de
1938, y firmada por J. A. Gonzalo Patrizi. Aquí se es más explícito. Se
habla del «deber de velar por el perfeccionamiento étnico de la
población, finalidad de indiscutible necesidad en países que, como el
nuestro, tiene urgencia de renovación biológica y espiritual, para lo
cual necesitan inyectar a su contingente humano sangre nueva y rica en
cualidades».[4] Qué desgracia.
Y con todo esto, la oligarquía tiene casi la mitad de la población que la defiende. Insólito.
__________________
[1] Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores. Dirección
Política Internacional. Expediente Nº 0523: Consultas sobre admisión de
Extranjeros de raza de color: Países Bajos. Asunto de la Carta: Sobre
definición de razas.
[2] Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores. Dirección
Política Internacional. Expediente Nº 648: Sobre admisión de
extranjeros: País: Interior. Asunto de la Carta: Opinión de la
Consultoría de Política Internacional.
[3] Ibídem. Asunto de la carta según el texto: Problema de la admisión de judíos en Venezuela y otros puntos.
[4] Ibídem. Asunto de la carta según el texto: Problema de la admisión
de ciudadanos franceses de raza de color y a la no admisión de personas
extranjeras pertenecientes a ciertas nacionalidades.
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